martes, octubre 03, 2006

Editorial urgente - #5 -


No es esta la editorial que teníamos pensada para este número. De hecho, habíamos escrito una que seguramente nunca será publicada. Esta es una editorial de urgencia. Hace veintitrés años que venimos repitiendo Nunca Más; llegó el momento de demostrar si lo decíamos en serio. Julio López, ex detenido y desaparecido, testigo y querellante en el juicio al genocida Etchecolatz, desapareció en algún momento del domingo 17. Hoy, cuando esto escribimos, sigue desaparecido. Hoy, cuando leas esto, esperamos que López esté en su casa, sano y salvo. El Gobierno dice, los noticieros y diarios repiten, y a todos nos gustaría poder creer, que no se descartan hipótesis respecto al por qué desapareció. Pero si uno suma dos más dos, si uno piensa que dos días después de su desaparición unos seres oscuros y anónimos arrojaron en Camino Negro el cuerpo de un hombre calcinado y fusilado de un balazo de 9mm en la nuca, y piensa también que esta forma de matar era el célebre sello de los asesinos de la Triple A, y conecta además con el hecho de que hace apenas unos días, organismos de derechos humanos de Rosario recibieron un mensaje que decía “Julio López, terrorista 30.001, ¿quién será el 30.002?”, y que durante los tres meses que duró el juicio a Etchecolatz, testigos, abogados y querellantes recibieron amenazas; digo, si uno suma dos más dos, las hipótesis se reducen, y mucho. Si sumamos dos más dos, entendemos que Julio López desapareció porque se lo chuparon. Y que ahora lo tienen ellos en algún lugar. Y que nosotros habíamos dicho Nunca Más. Los asesinos que andan sueltos, al verse en peligro, han decidido actuar. Y no quisieron pasar desapercibidos, han salido a escena con bombos y platillos, y nos han gritado en la jeta: acá estamos, acá estuvimos siempre. El secuestro de López deja a la luz una verdad que ya conocíamos, pero de la cual, posiblemente, no llegáramos a sacar todas sus consecuencias. Los culpables del genocidio del setenta y sus aliados están libres, y tienen poder como para hacer lo que hicieron. Eso es impunidad. En este contexto, ¿qué significa decir Nunca Más? Insistimos. ¿Qué estábamos diciendo cuando decíamos Nunca Más? ¿Qué por arte de magia o de voto Nunca Más? ¿Era un pedido a los asesinos, un Por favor, Sr. Represor, Nunca Más? Si dijimos eso, fuimos ingenuos. Las palabras no son mágicas, no crean realidad. Si yo digo, comeré, no significa que vaya a comer, a no ser que haga algo al respecto. Nosotros creemos que la mayoría, cuando decíamos Nunca Más, le dábamos a esas palabras un poder mágico. Que no teníamos en cuenta que estábamos haciendo una promesa, que decir esas palabras comprometía nuestras acciones futuras, que implicaban que íbamos a hacer algo para que Nunca Más. En principio, que nunca más íbamos a consentir, ni con la mente ni con el cuerpo, que unos tipos armados hasta los dientes entraran a las patadas y a los golpes para desaparecer a un ser humano. Y tal vez también decíamos otra cosa, tal vez también decíamos, y si no lo hicimos deberíamos haberlo hecho, que nunca más íbamos a dejar que el miedo o la indiferencia nos hiciera, además de sus víctimas, sus cómplices.