miércoles, noviembre 28, 2007

Estupidez y reacción - Editorial #10 -


Habíamos leído con satisfacción la editorial del #60 de la revista Sudestada. Sentimos, al leerla, que todavía se podía ser lúcido y crítico, que todavía había gente pensando desde la izquierda sin levantar esos inmensos muros a los que nos tienen acostumbrados gran parte de las organizaciones sociales a las que en la editorial se definían -con razón- como sectarias. Desde ese lugar de diálogo, entonces, se podía tomar postura sin ser declamativo, consignista o prejuicioso.
El panorama que Sudestada mostraba no era optimista, hablaba desde la bronca y desde la tristeza de sentir que la izquierda se hunde en su propio naufragio, imposibilitada de aportar propuestas serias o al menos bajarse de sus certezas para avanzar dudando. En algunos puntos acordábamos con Sudestada, en otros tomábamos distancia, pero en todos festejábamos que se nos invitara a pensar y a debatir ideas.
Sin embargo –y lamentablemente lo decimos sin asombro- cuando llegó la respuesta en el #38 de El Aromo, periódico de cultura piquetera del grupo Razón y Revolución, en donde se hablaba de los ataques de la revista Sudestada a la izquierda, tras la derrota de Filmus, confirmamos que hay sectores muy importantes de la izquierda que están incapacitados para escuchar y simplemente trabajan desde su escolástica sin permitirse la duda, porque la consideran hermana de la traición.
No vamos a ocuparnos de las múltiples acusaciones con las que RyR intenta lastimar a sus interlocutores (más preocupados en desautorizarlos que en debatir, lo que se llama comúnmente tirar mierda) porque aunque sabemos que la mayoría son falsas -no sólo por faltar a la verdad sino también por omisión- nos interesa más tratar de trabajar sobre las pocas ideas que se elaboran en el artículo, que ya desde el título elige la violencia y la mala fe a la argumentación: Mercachifles al servicio de Su Majestad.
Primera fantasía: Si El Aromo es el periódico de la cultura piquetera, Sudestada en cambio, es leída como la expresión más primitiva de la cultura K. Hay acá ya una trampa, ese supuesto antagonismo entre culturas desde donde uno y otro hablarían parece que no es más que el producto de la imaginación de quienes hacen las páginas de El Aromo. Y esa imaginación está impulsada por el deseo de proximidad con el sector de la clase que dicen representar y por el deseo de que toda crítica venga desde el poder político de la burguesía. Pero, en la realidad, ni unos escriben desde el seno de las organizaciones de trabajadores desocupados ni los otros son testaferros ideológicos del Estado, aunque para RyR sea preferible descubrir al enemigo oculto que hacerse eco de las críticas. Y aquí nos permitimos una pequeña digresión para citar a Trotsky, de quién RyR se pretende continuador: expresiones como “literatura proletaria” o “cultura proletaria” son peligrosas porque falsean la perspectiva, no respetan proporciones, adulteran las medidas y cultivan la peligrosísima arrogancia de los pequeños círculos.
Segunda fantasía: la de La Izquierda como un sector único y cerrado. Pero sabemos hace ya bastante tiempo que La Izquierda, como tal, no existe, que no hay tal cosa como un espacio delimitado donde los revolucionarios se relacionan solamente con otros revolucionarios, no existe la homogeneidad ni en acto ni en idea y, aclaramos por las dudas, no creemos necesario que exista. Lo que hay es un espacio más o menos fracturado en tendencias, posturas ideológicas y acciones prácticas con aciertos, limitaciones y errores. En ese espacio no sólo conviven las organizaciones que se dicen revolucionarias, sino también pequeños grupos y personas que muchas veces inorgánicamente trabajan para producir un cambio social. La tensión entre dispersión y organicidad parece ser un problema fundamental para los partidos de izquierda que, metidos hasta los tuétanos en sus certezas, no entienden cómo alguien no vive, respira y hasta duerme por El Partido o la Organización. Lo cierto es que las personas buscan construir alternativas desde distintos lugares y no siempre consienten en vivir sin preguntarse.
Sea dicho entonces, la acusación de inorgánicos que hace RyR a Sudestada carece de valor político, y hasta de valor moral. Bien podríamos preguntarnos qué hace La Izquierda para que las personas que creen en la injusticia de estas relaciones sociales y la necesidad de un cambio radical tengan la más mínima intención de conocerlos, saber quiénes son, qué proponen, etc. Nos respondemos que lo que hace, comunmente, es tratarlos como infradotados a los que hay que convencer, guiar, cooptar, etc. Quien vive de certezas desprecia a quien duda, a quien no sabe, a quien pregunta. Quienes viven haciendo la revolución en las Grandes Victorias Obreras que narran, de forma épica, sus prensas no reconocen, tal vez por imposibilidad ontológica, que hay más errores que aciertos, y que en su mayoría los errores son producto de la propia estupidez.
Vamos a decirlo claro, creemos que la perdida de legitimidad que vive la izquierda desde el 2001 es el producto de la torpeza – a la que a veces cuesta mucho no confundir con deshonestidad- de los muchos y diversos grupos que dicen, explícita o implícitamente, conocer La Verdad Obrera. Y, más aun, renegamos de su revolución -si es que viene-, y esto simplemente porque la estupidez nos parece tan peligrosa como la reacción.